Este artículo corresponde al correo-e enviado el 22 de septiembre por el grupo especial de Shambhala para la transición con una carta escrita por Ani Pema Chödrön a toda la comunidad Shambhala:
Hace poco tiempo que pedimos a Ani Pema Chödrön, como miembro del grupo especial para la transición, que escribiera una carta a la comunidad Shambhala. La petición se planteó como una manera de compartir el resultado de comunicarse con la mujer que habló con Ani Pema, que figura en el documento de la fase 3 del Project Sunshine.
Pero evolucionó como una petición para compartir con la comunidad de qué manera Shambhala podría llevar a cabo un cambio cultural duradero respecto a los patrones integrados de abuso sexual y abuso de poder. Agradecemos profundamente la hermosa, honrada y humilde respuesta de Ani Pema y el consejo para todos nosotros.
El grupo especial para la transición
Querida comunidad Shambhala:
Me gustaría compartir algunas ideas que tengo sobre la necesidad de un cambio profundo y duradero en la cultura de Shambhala sobre el abuso sexual del poder. Estas ideas o estos pensamientos surgen al ras de la información de la conducta sexual indebida del Sákyong y los informes de acoso provocado por muchas otras personas de la sangha.
Hace poco tiempo alguien externo a nuestra comunidad me preguntó si pensaba que Shambhala mantenía una cultura sexual relajada. Fue una pregunta directa y tan poco agresiva que respondí casi sin pensar: “¡por supuesto que la tiene!” Cuando reflexioné más tarde tengo que reconocer siempre la consideré de esa manera.
Entré en el Vajradhatu (como se llamaba entonces) en los años 70 como una monja célibe bastante nueva que había recibido instrucciones de mi maestro Chögyam Trungpa para mantener mis votos intactos pero sin ser muy estricta. Creo que no exagero al decir que en esa época la comunidad era famosa por su falta de control … un grupo que se caracterizaba por beber mucho y mantener muchas relaciones sexuales. Esto no me desanimó ni me parecía que fuera un problema. Eran los años setenta y el amor libre era prácticamente una norma cultural.
Después de la muerte de Trungpa Rimpoché en 1987 y a pese a la enorme conmoción provocada por la conducta sexual del regente Vajra unos años más tarde, me parecía que esta cultura del amor libre continuaba igual que antes. Después, poco a poco, algunas mujeres tuvieron la valentía que quejarse por las insinuaciones indebidas (incluso espeluznantes) de profesores en los programas o de sus instructores de meditación o de otros responsables con poder. Sin embargo, el problema era que realmente no había ningún responsable a quien presentar las quejas. Las mujeres podían hablar conmigo o con Judith Simmer-Brown o Judy Lief u otras mujeres comprensivas, e intentábamos ayudar pero apenas había nada que pudiéramos hacer para enfrentarnos a ese comportamiento. No había lo que se llamaría un encubrimiento sino que, más bien, la situación tropezaba con frecuencia en Shambhala con una actitud de “¿por qué importa tanto?“ o “bueno, él es así”. Dicho de otra manera, este comportamiento sexual no se consideraba un problema. La cultura de descontrol era sistemática y a veces había comprensión, pero eso era todo. El resultado, como ahora vemos, fue que esta cultura dio permiso a varios individuos a hacer algunas cosas dañinas a mujeres de todas las edades. La gente, mujeres en su mayoría, resultó herida, y para responder a esto se creó la política de Conducta y cuidados en 2002, y se reunió un grupo internacional para lidiar con una situación que se reconoció por fin dañina para todas las personas implicadas, tanto quien acusaba como quien resultaba acusado. Por supuesto esto supuso un paso adelante, aunque actualmente algunas mujeres afirman que cuando informaron sobre conducta sexual indebida o abuso al grupo internacional, se escucharon sus historias con verdadera simpatía y preocupación pero, en su caso, no hubo ningún seguimiento significativo y las consecuencias fueron limitadas. La cultura de descontrol aunque menos generalizada continuó hasta ahora, en que se ha producido un auge de informaciones de abuso acumuladas en la organización, que se están dando a conocer. Tengo la impresión de que estamos experimentando verdaderamente la maduración de un karma muy antiguo.
En mi opinión se trata de muy buena noticia que todo esto salga a la luz y que la vieja cultura se haya tambaleado. Cuando las cosas se derrumban de esta manera hay una posibilidad de cambio positivo. Por supuesto, ése es nuestro reto: cómo trabajar con todo lo que está saliendo a la superficie de forma que sea compasiva, valiente y dhármica. Y no dejar que la política supere a la amabilidad. Como me ha escrito mucha gente, ahora tenemos la posibilidad de trabajar con esta historia dolorosa y con la gente que ha resultado dañada, de una manera que manifieste verdaderamente la sociedad iluminada, que honre verdaderamente la bondad fundamental de todas las personas afectadas.
He tenido recientemente una experiencia que me ha hecho comprender la importancia de la comunicación con el corazón abierto en este proceso para avanzar.
En el tercer Project Sunshine se describe que dije palabras muy inexpertas y desagradables a una joven que me confió que había sido violada y había quedado embarazada por el director de su centro Shambhala. Pude conseguir permiso de esta joven, a través de An Olive Branch, para ponerme en contacto con ella y entonces pudimos hablar. Fue una experiencia aterradora para ambas, que estuvimos demasiado nerviosas para comer algo antes de hablar y nos preparamos haciendo meditación sentada. Sin embargo, cuando empezamos a hablar, resultó más fácil. Empecé pidiendo perdón por las cosas que había dicho y luego le pregunté si tenía algo que quisiera decirme. Resultó que tenía muchas preguntas que plantearme y traté de responderlas de la forma más auténtica que pude. Hablamos mucho rato y, en última instancia, pedir perdón dio lugar a una conversación muy lúcida y honrada. Al final ambas dijimos que nos sentíamos bien por el resultado de encontrarnos de esta manera y pude decirle que ahora me sentía muy distinta. Creí lo que me dijo y, para avanzar, espero ser mejor oyente y no hacer semejantes comentarios insensibles e hirientes a quienes vengan a pedirme ayuda. Me dijo que era importante para ella que, a partir de ahora, Shambhala se manifestara como una organización que pudiera sentir que realmente se ocupaba de la gente y que había que plantear un nuevo código ético de Shambhala para apoyar a la gente y ofrecerles la confianza de que se pagan las consecuencias cuando se produce un daño. Me parece, como a ella, que las consecuencias son muy importantes.
Cuento esta historia para señalar el poder de hablar abiertamente unos con otros, y disculparse cuando es posible por cualquier daño que hayamos causado (intencionadamente o no). También me demostró la importancia de honrar el punto de vista de otra persona sobre lo que ha ocurrido. Dicho de otro modo, me demostró la importancia de no estar a la defensiva sino escuchar realmente e intentarse ponerse en la piel de la otra persona. Normalmente están dolidas y podrían aprovechar nuestra ayuda para sanar.
Esta mañana leí una tarjeta de lojong que decía: «Corrige todas las faltas con la misma motivación». Esa motivación es, en palabras de Trungpa Rimpoché, «tener una sensación de gentileza hacia los demás y una voluntad de ayudar a los demás, siempre”. Supongo que eso es lo importante: una voluntad de pensar en los demás antes que en nosotros y de comunicarse con los demás de manera que nos acerque en vez de que nos divida. No siempre acertaremos, pero digo que tengamos la valentía de intentarlo.
Que la comunidad Shambhala salga de esta conmoción más anciana y más sabia, más fuerte y más amable y que cada uno de nosotros se beneficie de esta oportunidad de un comienzo nuevo y posiblemente revolucionario.
Pema Chödrön
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