En una esquina suroeste de la huerta Ziji, bajo la suave sombra de un viejo nogal, hay varias filas de montones de restos de verdura y hierba en descomposicción. El olor de la verdura podrida está en el aire y quien busque un lugar para contemplar la transitoriedad, es éste.
Todos los acontecimientos físicos y mentales existen y se disuelven pero no siempre podemos ver esta disuolución cuando ocurre en la vida: quedamos atrapados en el contenido, enredados en hilos de detalles y cotorreo discursivo. La zona del compostaje es como una manifestación física de una transmutación continua e infinita. Todo está en un flujo constante de compostaje y la única certeza es el cambio.
En primavera nos maravillamos del nacimiento de todas las cosas, todos conocemos el auténtico deleite de observar las semillas brotando. En la huerta Ziji esto se produce a escala épica. Estamos encantados a diario con las remolachas, el kale y el cilantro empujando su camino fuera de la tierra hacia la luz solar. La centinodia o polygonum lo ocupa todo y sabemos que se acerca el verano. Reconocemos la celebración del nacimiento y los comienzos de la vida, igual que en la vida fuera de la huerta.
El verano es rico y pleno, el cielo está caliente y pesado. Las plantas están cargadas de fruto y brotes cálidos, las ramas de los árboles se arquean con el peso de las manzanas y las ciruelad impulsándolas hacia el suelo. Los calabacines y las calabazas están tan llenos que podrian reventar. El mundo es caliente y sexy. Esta es la época del año para observar la plenitud y la riqueza de la vida.
Si hay una época del año que comparte con nosotros la hermosa e innegable verdad de la muerte, es el otoño. La huerta se hunde en sí misma: el fenómeno transitorio de las hojas se repliega hacia el suelo blando del otoño y nos recuerda lo continuamente enriquecedor e infinito que puede ser el cambio. Todas las plantas muertas alimentan las semilas de la próxima primavera. La huerta Ziji y el mundo fluyen constantemente.
Y después el invieno, la soledad fría y oscura de la estación en la que no ocurre nada. Pero ocurren muchas cosas, lo que pasa es que no las vemos. Se producen en el suelo y en el montón de compostaje.
Es difíciI enfrentarse a la transitoriedad en la vida, a las relaciones, vidas profesionales y hogares que se complican. Contemplar la transitoriedad en la huerta nos ofrece una manera de sopesar esto con la lupa de los ciclos de la naturaleza. La huerta nos ofrece una manera de llegar a comprender la inestabilidad de este mundo fenoménico y humano y el mundo que creamos en la mente.
Cuando las cosas cambian dejan de ser con frecuencia lo que queremos que sean. En la huerta Ziji y en el mundo natural en general podemos observar y sentir lo positivo de la transitoriedad. Podemos dejar de batallar contra nuestras ataduras y soltar. No importa si sólo soltamos un instante: soltamos y aceptamos la transitoriedad.
Bart dice:
“Cuando entro en la huerta por la mañana me parece que todo está brotando y creciendo ahí y, al mismo tiempo, a los árboles, plantas e insectos no les molesta dejar de nuevo esta hermosa huerta Ziji. Me recuerda que tengo que estar agradecido por los días que paso aquí, sabiendo que un día también me marcharé. Todas las mañanas voy a entrar en la huerta y me inclino ante el espacio antes de entrar, como un acto de soltar y empezar de nuevo y me parece adecuado empezar el día de esta manera. Este acto sencillo me hace sonreír, hace que me broten las lágrimas y un sentimiento cálido en el corazón. Que el tiempo que paso aquí resulte beneficioso para muchos seres y que pueda desarollar amabilidad y un corazón cordial para compratir con muchos».
Escribe el artículo: Cash Clay
traducción: Luz Rodriguez